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Hace un año pisé por primera vez el suelo de lo que hoy se ha convertido en mi sueño: mi librería.
Han pasado 365 días y todavía me suena raro eso de “mi librería”. Qué fuerte suena, ¿verdad? ¡Mi librería!
El 19 de febrero de 2020 firmé el contrato del local. Si tuviera que decir cómo me sentía en aquel momento creo que lo más acertado sería decir que estaba cargada de miedo e ilusión a partes iguales. Cuando me dieron las llaves las guardé en el bolsillo derecho de mi abrigo y las fui apretando un rato largo. ¡Esto ya era una realidad!
Unos 15 minutos después, cuando me calmé, saqué las llaves del bolsillo y les hice esta foto. Se la mandé a mi familia, a mis amigos, a personas a las que valoro del mundo del libro… “Ahora que ya es oficial, aprovecho para contaros que en unas semanas se hará realidad otro de mis sueños, abrirá las puertas Mis Cuentos Infantiles – Librería Especializada”, les dije.
Ahora lo pienso y, ¡madre mía! Realmente pensaba abrir en unas semanas. Bueno, os podéis imaginar el bombardeo de llamadas que empecé a tener de repente. El móvil echaba humo.
Tenía la sensación de que mi sonrisa me delataba. Si me hubiesen parado por la calle para preguntarme si iba a abrir una librería creo que no me hubiera extrañado lo más mínimo. Quería gritarlo, pero sentía pánico.
Recuerdo entrar por primera vez al local, ya con la seguridad de que, al menos, compartiríamos unos cuantos años y empezar a pensar si estaría haciendo lo correcto, si sería algo que fuera a saber manejar. Fue ir compartiendo la noticia con algunas personas y poderme el miedo a la ilusión.
“¿Una librería? ¡Si todas cierran!”, “Estás loca, montar un negocio en Zamora…”, “Puff, ojalá te vaya bien, pero yo no lo haría”. Y, cómo no, algunas de las más repetidas: “¿Y las oposiciones?”, “Bueno, tú prueba y, si no, siempre podrás volver a estudiar”. Mentiría si no dijera que me desanimó compartir mi sueño con algunas personas. ¡Ojo! No con todas. Hubo gente que desde el minuto cero se implicó al máximo, bien fuera para tener una palabra de apoyo, para ofrecerse, para venir a ayudarme, para traerme un café en esas primeras mañanas tan frías que pasé aquí.
Como soy cabezota, para bien o para mal, yo tenía claro lo que quería, y si algo tenía claro es que me sentía feliz a más no poder. Bueno, al menos durante tres semanas así me sentí, porque luego llegó el confinamiento y uff… ¡Esa es otra historia!
Teníamos prevista la inauguración para el 1 de abril. Íbamos un poco pillados de tiempo, sobre todo porque la gran mayoría de las cosas las íbamos a hacer nosotros (me refiero a la parte de pintar, decorar, etc.) y, la verdad, en el tema de un negocio, al principio todo se hace un mundo: pedidos, distribuidores, contactos, programas, términos… Pero la rueda ya había empezado a girar y teníamos que llegar, sí o sí, con todo listo al 1 de abril.
En esas estábamos cuando el 9-10 de marzo me dice mi padre, “no sé yo si podremos inaugurar el día 1, según está todo con el coronavirus…”. Y yo, inocente de mí, no me lo creí.
Llevaba unas semanas tan centrada en sacar todo el trabajo inicial adelante que yo vivía casi sin saber qué era eso del Covid. Recuerdo que el sábado 14, cuando se decretó el Estado de Alarma y el confinamiento, yo me había quedado en casa trabajando con tema de pedidos, y mis padres vinieron a hacer cosas a la librería. Cuando llegaron me dijeron “rápido, pon la tele”. De pronto, allí estábamos, como tantos millones de personas, viendo cómo la vida se paraba.
Os prometo que en ese momento yo no podía pensar. Si antes tenía miedo, ahora muchísimo más. ¿En serio después de tanto tiempo queriendo abrir un negocio, me decido, y llega una pandemia mundial? Era algo surrealista. En ese instante me venían todas las voces de las personas que, unas semanas antes, me recordaban que mi idea de negocio no pintaba bien. No podía dejar de pensar por qué no les habría hecho caso.
Pero, justo entonces, se me iluminó la bombillita. Mi lema de vida es que todo, absolutamente todo, pasa por algo. Ya está. Esta es la situación que nos ha tocado, pues “p´alante” con ella. Decidí trabajar por las mañanas y tomarme las tardes de descanso para cargar las pilas porque, algo me lo decía, una vez que abriéramos ya tendríamos que ir a tope.
Sí, también reconozco que en casa pedí que no se hablase de la librería durante el confinamiento hasta ver en qué acababa todo. Cada vez que se alargaba 15 días más, yo recuerdo que sentía dentro una sensación agridulce. Agria porque ya quería salir, como todos, pero dulce por el miedo a lo desconocido y a todo lo nuevo que estaba por llegar.
Recuerdo el primer día que salí para venir a poner un cartel diciendo que me quedaba en casa y a recoger unos avisos de Correos. Vine en coche y no había nadie por la calle, ni gente ni coches, parecía que estaba viendo fotos antiguas en blanco y negro. Al llegar a la zona de comisaría, había aparcados unos 7 tanques del ejército… Llegué temblando a casa y arranqué a llorar de impotencia. ¿En serio estaba pasando todo esto? ¡Qué duro!
Las semanas fueron pasando y bueno, a finales de abril pudimos volver al local para seguir con la reforma, aunque ahora ya nos lo tomábamos con mucha más calma. ¡Qué bonito fue disfrutarlo! Los cambios que íbamos haciendo cada vez eran más vistosos y el sueño cada vez parecía más real.
Con todo listo, tuvimos que posponer la apertura un par de meses más por temas electrónicos pero, al fin, el 1 de julio abrió las puertas mi sueño.
El resto de la historia ya os la sabéis. Nunca he estado más orgullosa de una decisión que he tomado ni me he sentido tan feliz como me siento a diario en estas cuatro paredes. Se siente tanta satisfacción cuando puedes llamar por su nombre a tus clientes, cuando vienen a charlar contigo, cuando puedes tirarte horas intercambiando opiniones sobre libros, cuando sientes que transmites tu pasión y dejas la semillita en la persona que tienes frente a ti.
¿Y por qué os cuento todo esto? Porque quiero que luchéis, que persigáis vuestros sueños. Nada te viene caído del cielo, nadie te regala nada, nada es cuestión de suerte. Busca tu camino y camínalo aunque esté lleno de piedras. Te aseguro que al final hay algo mágico y, si no, al menos lo habrás intentado. No te quedes con esa espinita. No dejes que la opinión de los demás sea más importante que la tuya.
Todo pasa por algo.
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