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No hace ni 48 horas que he llegado de la Feria del Libro de Madrid. Se me juntan muchas sensaciones: ilusión, cansancio, alegría, nervios, emoción… ¡Han sido dos findes increíbles!
Antes de empezar con este post me gustaría contaros algo. No es la primera vez que voy de feria como autora. En 2019, con dos de mis libros en la calle, me estrené firmando en la Feria del Libro de Madrid. Iba con las expectativas altas. Después de muchos años como visitante, sabía de las enormes filas que suelen tener los autores. Pero mi experiencia no fue así ni de lejos. Me volví para Zamora muy decepcionada conmigo misma, con millones de pensamientos negativos e, incluso, durante un tiempo intenté alejarme del mundo de la literatura infantil. ¡Imaginaos!
A día de hoy, no puedo decir que tenga mucha más experiencia. Aunque han pasado varios años desde aquella primera firma, esta ha sido mi segunda feria como autora. Al haber abierto mi librería en 2020, hasta ahora no he podido contar con la disponibilidad suficiente como para poder ir (todo, cómo no, gracias a mi compañera María que se ha quedado al pie del cañón). El caso es que, durante estos años, me he sentido cómoda en mi refugio sin la necesidad de volver a “exponerme” como me pasó en 2019. ¡Hasta ahora! En estos momentos me sentía con ganas y energía para volver a hacerlo, ¡y qué lujo haberme lanzado!
Este año ha habido días de todo: firmas en las que apenas ha habido ventas, firmas en las que ha habido fila, firmas en las que ha llovido a cántaros y firmas en las que el sol ha apretado con ganas. ¿Qué quiero decir con esto? ¡Que influyen un millón de factores! El primer año yo tenía en mi mente, también por lo que veía en las redes sociales, que todo el que iba a Madrid vendía muchísimo. Este año he aprendido que no. He empatizado con esos autores con los que, al pasar ante la caseta en la que firman, te miran con una sonrisa sin nadie delante. Ahora sé que su tarde entera puede ser así o que, por el contrario, puede tratarse tan solo de 5 minutos sin gente. También me he alegrado infinito por aquellos que tienen cantidad de gente delante de su caseta. Vamos, que la feria, como todo, es cuestión de momentos.
Yo tengo que decir que en estos últimos meses he visitado bastantes ferias. Algunas como autora y otras como lectora.
De la Feria del Libro de Valencia me quedo con la intensidad y el disfrute pleno. Decenas (me atrevería a decir cientos) de libros firmados, charlas con amigos y compañeros, reencuentros, comidas y cenas… Además, también he podido ver por primera vez un cuentacuentos de uno de mis libros y, sinceramente, es algo indescriptible. Cientos de ojitos que no parpadean ante tu historia, que se ríen sin cesar, padres que disfrutan… ¡Increíble!
De la Feria del Libro de Madrid, este año me quedo con los aprendizajes. He descubierto, como os decía antes, que vender más o menos no implica nada, absolutamente nada. También me quedo con los cientos de abrazos, con la cantidad de seguidores a los que os he puesto cara, con las firmas dentro y fuera de las casetas, con los paseos entre libros bajo el paraguas, con los regalos inesperados, con Luz Gabás (¡Premio Planeta de este año!) refiriéndose a mí como “compañera de profesión”, con los más de 50 libros que me he traído dedicados por escritores e ilustradores, con algunos de mis títulos agotados tras las firmas… ¿Se nota que todavía estoy con la emoción en el cuerpo? Sin duda, es una feria que quiero recordar siempre, siempre, siempre.
Madrid, ¡nos vemos pronto entre libros!
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